velando las armas y entonando romances a quien no se ve por ningún lado, musitada en un claro de luna, insinuada en una nube que quizá provenga de su rincón del mundo, presente en su ausencia.
Hambriento de ella, abre el morral y acaricia con sus dientes el pan moreno y la chacina que servían de relleno de almohada las noches en que podía llamar al sueño a concilio. Esas noches que ya quedaron en el pasado.
Esas noches.
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