mascullado a tientas, ahogado tras mis dientes apretados, sin hallar salida, sin esperanza de salir a saludarte. Aunque te tenga delante.
No tengo derecho a poner esa carga sobre tus hombros. Quisiera prometerte que no te diré "te amo".
Aunque aparezcas ahora mismo frente a mí y me rompas las costillas de un abrazo, aunque me muerdas el hombro y me digas que es sólo el principio de mil y una noches en que nos contemos historias. Aunque tus uñas surquen mi espalda, arando el éxtasis en nuestras entrañas. Aunque, extenuados, durmamos mezclando tu sudor y el mío de modo que no sepamos dónde empieza la piel de cada uno.
Bueno, en ése caso, sí te lo diría.
Se lo diría a tus párpados cerrados que te defiendan de la crueldad del mundo, a tu sonrisa a medio esbozar de la que ni siquiera fueras consciente. Se lo diría a tu cuello, un mordisco de hombre-lobo que sea brisa sobre tu pelo.
Te lo diría entonces.
Cómo odio el condicional.
No hay comentarios:
Publicar un comentario