viernes, 1 de enero de 2016

Escuchando "Under the bridge"

Sentado en un coche que no es mío, camino al cubil, me detengo a observar los fuegos y tracas, RHCP en los altavoces.

Dentro de dos semanas hará dos años que te di por muerta y cerré todas mis líneas. "Ingrato", "malnacido", "descastado" otros epítetos circularán por esa red que se compone de lazos de ADN y bodas, cumpleaños y funerales. Descastado parece que aplica, como paria que fui antes de esa decisión de escapar al poco control que quedaba.

¿Duele? Mmmm, repasemos.

Tuyo fue el pecho en el que amamanté, tuyas fueron las manos que prepararon miles de comidas que acumularon mi biomasa, tuya fue la negociación que hizo que un cirujano se arriesgara a meter a un infante bajo anestesia general para intentar salvar su mano derecha, y el esfuerzo continuado de mi rehabilitación durante años.

Tuya fue la decisión de insistir ante médicos de que lo mío no era un empacho, y no morí de apendicitis.

Tuyo fue el trabajo demoledor de todos aquellos años. No sólo fue por mí, pero también lo fue.

Tuyo (pero no sólo tuyo) fue el concienciar a este hombre de que no fuera como las generaciones de hombres que le precedieron, que mirara a una mujer como una igual.

Tuyas fueron las celebraciones de mis pequeños (y quizá no tan pequeños) triunfos infantiles, el apoyo y el cariño.

Y mucho más.

Duele, hoy me siento roto como los miles de añicos de un espejo compitiendo desde el suelo por ofrecer la mejor imagen de las facciones de quien observa desde arriba.

Roto, pero tan decidido como hace casi dos años.

Puse todo éso y más en mi báscula antes de mi decisión, y la moneda se empeñó en caer mostrando la cruz.

De lo que hay en el otro plato de la báscula no hablo, pero pesa quince toneladas más que todo éso que te agradezco.

No nos veremos más.

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