...de ciénagas de polvo mezclado con la sangre que manó de mis pies a cada paso, embarrando mis pantorrillas y emborronando las pocas huellas que quedarán de mi paso.
Las ganas de desaparecer, por no soportar a quien debo, que sería quien se alegrara de mi partida ¿Y quién sufriría por ello? Que tenga constancia, dos personas. No tengo derecho.
Te robé el signo de apertura de la interrogación de tu blog. Espero que no te importe, digamos que la osadía me ha dado para éso, además del comentario que a veces he dejado, esperando que lo leyeras y te diera algo de ánimos. Y, quién sabe, quizás las ganas de hablar con tu amigo.
Estoy disperso, ¿cómo no estarlo? La gravedad del silencio me ata al suelo que oculta el camino a ti, esa línea imaginaria oculta entre líneas imaginarias de fronteras que dividen idiomas, gentes, costumbres, amigos separados.
Ando en uno de esos pozos que se abren a cada uno de mis pasos, de los cuales es cada vez más difícil salir; en cada uno me he dejado la piel de un verso y ya sólo quedan huesos expuestos a la erosión del viento y la lluvia, las lágrimas siguen goteando y construyendo sus estalactitas para que venga un turista a decir: "qué bonito", o: "valiente memo", o ambas cosas a la vez.
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