Con Satriani en los cascos y tú en la cabeza, buscaba cómo seguir la recomendación de Miguel, y me encuentro con que la pantalla refleja la cara que se oculta tras de mis ojos. No puede ser un espejismo, mis dedos han repetido su llamada.
Y me pide tu correo para confirmer envío, que tecleo de memoria.
Sí, nada ha cambiado al respecto, me sigo considerando tu amigo.
Sigo aquí, debiera estudiar. Seguiré esperando a oír de tí. Intento convencerme de no hacerlo, pero resulta imposible. Va para tres años que oí de ti por vez primera.
Ésto parece no acabarse nunca.
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