lunes, 16 de noviembre de 2015

Silencio.

Leopoldo yacía agazapado sobre su vientre. El único movimiento en el prado eran las briznas de hierba mecidas por la brisa y los triángulos de sus orejas. Ojos diamantinos clavados en el rojo del ocaso.

Una pika se le acercó.


-"Maestro, ya no haces versos sobre pezuñas que regresan."

-"No."

-"¿Abandonaste la espera?"

-"No. Espero en silencio. Me quedé afónico. Las canciones que me quedan esperan a su regreso para poder nacer. Anidan en mi pecho. A cada piedra que cae por un terraplén le atribuyo el sonido de sus cascos."

-"No puedes seguir así."

-"¿Qué remedio me queda?"


La pika, contagiada de melancolía, se retiró a su lecho de heno a pasar el invierno. Leopoldo también.

No hay comentarios:

Publicar un comentario