La arena húmeda abrazaba nuestros pies desnudos rememorando las huellas de Laetoli en aquella playa desierta.
Azorado, me perdí en tus ojos mientras hacías una broma inócua.
Días que se perdían en semanas de complicidad y éxtasis que no describo aquí.
Tiempo que atesoro, a tu lado, comprimido en unos pocos segundos de movimiento ocular aleatorio tras mis pestañas.
Ojalá seas al menos la mitad de feliz de lo que yo fui.
Y que te ocurra despierta.
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