Quizá sea hora de soltar cuatro verdades por aquí. No menciono tu nombre, ni falta que hace. Es muy posible que leas estas entradas a menudo para patologizarme, para usar el viejo estigma del que echaste mano una vez. O varias.
Es verdad que de niño tenías un grado de obesidad y te trataron mal por ello. No es menos verdad que pagabas tus frustraciones torturando a otro niño casi cuatro años menor que tú. No es menos verdad que sólo dejaste de hacerlo cuando ese niño creció y pudo devolverte las hostias.
Es verdad que la primera vez que oí la expresión racista "paki" fue de tus labios, junto con innumerables chistes racistas. También es verdad que a menudo te pusiste contra mi militancia antifascista, alegando que los racistas deben tener libertad de expresión.
Es verdad que tu propósito cuando fuiste de cooperante a Ruanda en la guerra civil era el usarlo en tu currículo para solicitar becas de postgrado. No hablabas de otra cosa. Cualquiera sabe si eras de ésos que usaron un bocadillo para sobornar a una niña para poder violarla. De éso ha habido mucho en las "fuerzas de paz" en África.
Es verdad que, cuando te anuncié mi elección de pareja por entonces, tu reacción fue racista. Es verdad que, cuando enviaron documentos para solicitar nuestra estancia en este país, los enviaron a tu casa por error y desaparecieron allí. Es también verdad que usaste a mi pareja de entonces como un mono de feria al ponerla en manos libres en una llamada (sin que ella lo supiera) para mostrar a tus visitas cómo había aprendido a hablar castellano. Es verdad que me dijiste que suscribías la doctrina racista de Helen G White sobre el amalgamiento y sobre cómo ciertos grupos de personas provienen del cruce con animales.
Es verdad que le pegas a tus hijos. Lo ví en persona. Como una vez me pegabas a mí.
Es verdad que me consideras el peor tipo de persona que se pueda concebir porque soy capaz de mirar al mundo sin una deidad. Peor que Genghis Khan en Samarkanda y Yenking, peor que Julio César en Paris o Alesia. Lo crees porque lo dice tu biblia, que el único pecado sin perdón es el pecado contra el espíritu santo. Ser ateo.
Es verdad que te escondes tras tu bata blanca desde que eras un estudiante de medio pelo, que hiciste un diagnóstico de esquizofrenia cuando estabas en primero de carrera, basado en que "no tienes a cristo en tu corazón". También es verdad que, con el paso de los años has aprendido a moderar el lenguaje para ganar aceptación de esa opinión.
Es verdad que, hace no mucho, me vino alguien a echarme la bronca sobre mis decisiones personales, y (sorpresa) que me dijera que había hablado con tu mujer la semana anterior.
Hay muchas otras verdades, pero las diré si me parece oportuno.
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