Lo sé. Hace ya que arrojé lo que se entiende como dignidad y orgullo a los cuatro vientos. Sólo callo lo que afecta a otros, que no voy a tomar decisiones por ellos.
"¿Es que no tienes con quién salir?" Me han preguntado hoy. "Es una larga historia", respondí a modo de enroque.
Y aquí estoy ¿Por elección? Sí y no.
Prefiero pensar que no te gusta verme como ese perro fiel que le sonríe a esas migajas que se puedan caer de tu mesa, que mira a los viandantes que miran con desprecio esa piel cubierta de chinchorros donde antes anidaron caricias.
Ojos que miran sin entender los cambios que le llevaron a esa acera bajo la lluvia, a resumir una espera en medio de ninguna parte, donde nadie sabe ni que está esperando.
Mañana será una piel reseca, un parche de tambor sobre la autopista.
¿Y a quién le importa? A él, no. Sería una liberación.
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