miércoles, 10 de agosto de 2016

¡Twock, twock!

La bola de tenis rebota en la pared y el suelo antes de volver a mi mano.

¡Twock, twock!

Un verso que se estrella contra los ladrillos, miel que se transforma en la bilis del silencio que ni mi voz puede romper estando a solas.

¡Twock, twock!

Paredes que rodean esta celda de aislamiento, que ni acolcharon. Gotas de sangre coagulada en mi frente de intentar abrir una ventana a golpe de encéfalo.

¡Twock, twock!

Un par de muros que levantaron para impedirme ver a quien amo.

¡Twock, twock!

Otro par de muros que levanté para protegerme.

¡Twock, twock!

Un suelo que era cemento, deviene en arena movediza con cada minuto que pasa.

¡Twock, twock!

Un techo que, como el péndulo de Poe, desciende un milímetro cada hora.

¡Twock, twock!

El aire enrarecido en que el único oxígeno son los besos que no nos dimos.

¡Twock, twock!

¡Twock, twock!

¡Twock, twock!

¡Twock, twock!

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