Bajo mi bota la hoja caída y reseca cruje en su último quejido. El viejo metrónomo del compás en mis pasos, el bajo en la mente. Es sábado noche de nuevo. Hora de amenizar mi espera, y esperar un poco más en el único momento de la semana en que soy predecible.
Me pido una pinta, que sé que procede. Wilf berrea, la banda distrae mis ojos de la puerta, sólo unos segundos. No importa, si estuvieras allí, me verías. Si estuvieras allí, darías esos últimos pasos.
Intermedio. Una chica con personalidad. Pos fale, pos malegro, pos mu bien. Me dice que nos fumemos un cigarro en la parte de atrás. Sentido del humor, donde las avispas, perfecto. Como si no tuviera bastante con la nostalgia, imitaciones de irlandés de cinco duros...
Wilf vuelve a las tablas, sacudo mis rabias en la pista. Se me oye por encima del Peavey 100W, parece que tengo mejor voz que Wilf, o soy mas punko, o qué se yo.
Se acaba la música, me voy con la música a otra parte, a seguir mirando la puerta. La esperanza, lo último que se pierde.
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