domingo, 1 de diciembre de 2013

Acurrucado en el cubil.

Desasosegado en veinte proyectos, quince luchas, una resaca sin cogorza o puntillo (¿Boddddasho yo? ¡Tururú!) y retazos de letra suelta, me afilo las púas antes de la próxima inmersión en la humanidad vertical.

Miro hacia delante, trato de no mirar injurias y heridas infligidas, un pie adelanta al otro. Pero no se puede (o debe) conducir sin espejo retrovisor.

Solo. Sin miedos de nota, con notas de miedo. Los grados de soledad y sus distintos tipos, creo conocerlos casi todos.

No digo conocerlos todos, cuando digo éso, un nuevo tipo de soledad suele hacer acto de presencia.



No hay comentarios:

Publicar un comentario