miércoles, 11 de diciembre de 2013

Pared.

Las páginas del calendario se suceden con el crepitar de un metrónomo de hueso en su desbocada y parsimoniosa carrera hacia la cita que todos tenemos con la nada.

Ávido el ojo avizor a los avisos que pueda beber, encontrando los mejores chistes en el espejo.

Enceguecidos por el fetor del silencio sepulcral, mis oídos disciernen el recuerdo de susurros íntimos, gritos de odio y miedo, risas infantiles y las seis cuerdas de bajo que le faltan a mi guitarra.

Leopoldo lee los labios de las nubes al besar las cimas del K-2. Le llaman loco ya, pero le importa poco. Preso de aislamiento en sí, él sabe lo que sabe.

Textura verde de piel de naranja de mi baño, conocedora de desnudeces.




No hay comentarios:

Publicar un comentario