domingo, 8 de diciembre de 2013

Cartas a mi mismo, media tarde.

Quién sabe cómo te encontrará esta carta, o dónde. Quizás hayas encontrado ese equilibrio que te pedía el cuerpo. Lo dudo. Un hombre feliz no suele escribir, salvo que le haya picado el gusanillo.

Me picó la cobra, más bien. No persigo el paralelismo por razones legales...

Te dirán (si queda alguien para decirlo) que tomaste muchas decisiones equivocadas, que dejaste pasar demasiadas oportunidades. Sólo veo una oportunidad que dejé pasar, que parece me mirará desde el espejo, minuto a minuto, erosionándome, por el resto de mis días.

Te dirán que te aislaste. Irónico (aunque no le vea la gracia) que es a quien de verdad quiero que deba luchar y esperar tanto por tan sólo unos minutos. El resto de los  7000 millones de humanos...

No volveré al páramo de la mente. Andaré solo mi camino si es menester.

Se acabó eso de rodearme de gente que se,atreve a decir "te entiendo," de gente que me mire como a bicho raro por osar ser yo.

De personas a las que no pueda comprar un libro por su cumpleaños, que viven del pan y fútbol.

Me dicen ya que ando loco. ¡Albricias, se hizo la luz!

Cerebros inquietos que sólo puedo encontrar de lejos.

Cómo no esperar, digo al futuro yo. A menos que se haya vuelto zafia y timorata, es a ella a quien andaba buscando. Lo demás, los cambios vitales, son sin importancia.

Volví a mi peso ideal, mi resistencia aeróbica mejora con el levantamiento de vidrio. Casi ni uso el bastón. Estoy hecho un toro. ¿A qué esperas?

Espero al resto de mi vida. Amenizo la espera con algún chiste que otro.









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