La pasión sorda de Beethoven dio a luz a la Oda a la Alegría, que resuena en mi tristeza.
Los hermanos Wright decidieron emprender el vuelo, y yo con ellos.
Helen Keller sacó una carrera universitaria siendo sordociega. Sordociego amor que tengo por tí, se saca quince doctorados de paciencia y desesperación.
Dos de los dedos de mi mano derecha, atrofiados, siguen atacando las cuerdas de mi guitarra. Los sueños no se atrofian.
Mientras tú y yo sigamos siendo vecinos en este planeta, no hay nada imposible.
Mi mano derecha abrazará la tuya. Algún día.
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