martes, 12 de enero de 2016

Te sigo llamando...

en la caverna de mi mente, en cada buena noticia que se me amarga por no compartir contigo, en cada uno de esos malos momentos en que tu voz fue bálsamo.

Espero que no te importe demasiado, preferiría que fuera desdén lo que sientes a que fuera miedo. Preferiría que no fuera ninguna de esas cosas, ¡ay!

Pero no se trata de lo que prefiero. La realidad es tozuda y se empeña en recordarme que lo más probable es que me desprecies, o incluso me odies. Puede hasta que me hayas perdonado algo que ni sé que hice. O que crees que hice. Me vuelvo a rayar.

Dirás que es obsesión lo mío, y es muy posible que lo sea. Cómo llamar de otro modo a esa sed constante; ese sinvivir que se preocupa más de si tienes lo que quieres o no. Cómo llamar a ese desasosiego de los años que parece que se avecinan en que, por mucho que pase, el titular que resume cada uno de mis días es: "sin noticias de Gurb".

Si no leíste el libro, te lo recomiendo. Lo leí antes de saber que me iba a convertir en ese alienígena.

Un millón de besos. Sueña libre, vida mía.

Y que los pasos que des en esa libertad te acerquen a mí.





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