miércoles, 13 de enero de 2016

Son las tres de la mañana,

el único ruido es el paso de las páginas de la otra persona que, invisible en la enorme estancia, comparte mi velada sin saberlo. Tengo un parcial dentro de siete horas. Sigo sin poder concentrarme.

Mientras estaba en la ducha, antes de venir, me vino a la cabeza un nombre, que voy a incluir.

Paul.

Aún recuerdo aquel sábado, el último de aquel julio agraciado por tu presencia. Paul me dijo ciertas cosas que sólo pudo saber de un modo. Se rió de mí, como si no fuera suficiente ya. Y, sin embargo, creo que decía la verdad.

Creo que decía la verdad  porque se ofreció a enseñarme la evidencia, porque insistió en cada una de mis negativas a mirar donde no debo.

Creo que decía la verdad, porque un sujeto así no es capaz de callar una verdad cuando sabe que le va a proporcionar un espectáculo gratis.

Por qué no hablaste conmigo es algo que aún no entiendo.

Supongo que era éso por lo que me pediste disculpas. Supongo que entiendo más de lo que me crees capaz. Te dije que no hay nada que perdonar, y no lo hay.

Intenté prevenirte de quién era Paul en cuanto su última víctima me contó quién era tras la fachada afable. Ese nombre no lo incluyo. Usaste la palabra "paranoia". Por éso sí pienso que te podrías disculpar, pero no pido que lo hagas, porque la disculpa sería para esa otra mujer.

Supongo que un momento de enfado en dos años y medio de... (no sé cómo llamarlo) no es algo fuera de lo común.

Me enfado más a menudo conmigo mismo por no haber sido suficiente.




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